Veintiseis
Le pedí a estas lágrimas no llorar y a estos latidos tristes no sufrir. Mis manos desbastadas por lo cotidiano no pudieron escribir mas promesas para retenerte. El alquiler de las ilusiones era demasiado caro. Cubiertos por un cielo duro, quedaron solo mis brazos para envolverte y el silencio no sirvió para entibiar tú pecho, de donde poco a poco me arrancaste sin dolor.
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