jueves, 24 de julio de 2014

Veintiuno

Esa noche en un rincon de mi cuerpo que apenas respiraba, tus palabras de seda buscaron mi alma amedrentada. Míre de reojo tu boca madura, tus labios endulzados por el deseo, apasionados, escuche los zuzurros de flores amarillas que iban y venian para confesarte mis últimos secretos. Dejaste caer tú cuerpo que flotaba entre mis brazos. Mis manos artesanas tallaron gestos en tú alma. Mi pequeña manzana, de piel veteada, he trepado el árbol donde maduras, he roto el tiempo para acortarlo, no me canso del recorrido de tú cuerpo, tan distinto cada mañana, cuando se derrama sobre mi pecho y renace en silencio entre mis tristezas impalpables para volver donde estabas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario