jueves, 3 de julio de 2014

Veinte

Mientras me regalabas tus besos prohibidos, un rocio de luna tejia hilos de trigo en tu cabello. Tú piel impecable y tus ojos transparentes querian mis brazos cargados de sueños. Al mirarte, el bullicio de mi alma me aturdio, mis latidos sonaban como truenos silenciosos en equilibrio sobre la desesperación. Espero que desaparezca la finitud del tiempo para que tú cuerpo sea eterno junto al mío.

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